Como señala Herbert, algunos padres se sienten demasiado avergonzados para admitir las dificultades que tienen con sus hijos. El secreto para poner límites a sus impulsos, exigencias y conductas de los niños, es la fuente de gran parte del dolor de los padres de hoy en día.

Para los especialistas, la mejor prevención consiste en establecer límites, es decir, lo que se puede hacer y lo que no. Esto se considera necesario para dar seguridad, ofreciendo siempre razones coherentes que el pequeño pueda comprender. La noción de lo permitido le acompañará toda su vida. Si a un niño no se le ponen límites y se le deja a merced de su voluntad, se le coloca en una situación inviable tanto para los otros como para él mismo.

Establecer límites a los hijos implica que los padres se preocupan por él y por tanto le estarán asegurando un aprendizaje y una experiencia seguros en la vida.

Cuando establezcamos límites hemos de tener en cuenta la seguridad, el bienestar y el desarrollo del niño. Habrá que hacerle conocer las normas (límites) y las consecuencias de su incumplimiento. Éstas tendrán que ser claras, comprensibles, fundamentadas y, además habrá que aplicarlas de forma justa.

Será necesario controlar el cumplimiento de las normas, lo que conlleva una constante exigencia a los hijos y a los propios padres.

Siguiendo a D. Guilbert: El estilo de crianza de nuestros hijos, debe ser en términos generales: flexible, firme y consistente; el niño debe tener la certeza de que lo queremos, a pesar de que lo retemos, a pesar de que no le digamos a todo que sí (aunque a veces esto nos cueste), con el tiempo entenderá que los límites son necesarios para vivir en comunidad, tener las reglas claras de interacción, que las personas tienen deberes y derechos, y que esta conciencia de ciertos límites básicos ayuda a una convivencia más armónica en casa, con sus amigos, etc.

Los límites firmes son indicaciones claras y directas hacia conductas concretas, palabras apoyadas por acciones, proporcionan responsabilidad al niño, etc. Los posibles resultados de establecer límites firmes son cooperación, disminución del incumplimiento de límites, comprensión de las normas, respeto a las palabras de los padres, etc. Las repercusiones de unos límites firmes en los niños son: responsabilidad ante su conducta, la creencia de que las normas han de cumplirlas todas y de que los adultos son consecuentes con lo que establecen.

En cambio, los límites laxos son indicaciones sin claridad, reglas sin apoyo en las acciones, la creencia de que la obediencia es opcional, falta de responsabilidad en el niño, etc. Los posibles resultados de los límites laxos son: el aumento de los intentos de saltarse los límites, desobediencia, lucha de poder, ignorar las palabras de los padres, etc. Las repercusiones de unos límites laxos en los niños son: que los niños no esperan que se cumplan las normas, la creencia de que las normas no son para ellos, de que los adultos no son consecuentes con lo que establecen.

Referencias:

“El pequeño dictador. Cuando los padres son las víctimas. Del niño consentido al adolescente agresivo”. Javier Urra