Un aspecto fundamental para el desarrollo cognitivo es el campo de los reflejos. Los reflejos innatos son unas respuestas motoras involuntarias que da el organismo ante determinados estímulos, sin un aprendizaje previo. Algunos están presentes desde el mismo momento del nacimiento, como el de succión o el de deglución, y otros van apareciendo durante los primeros meses de vida. Muchos de estos movimientos reflejos, mediante su repetición a lo largo del proceso madurativo, acaban por integrarse en la conducta consciente.
Los principales reflejos son:
- El reflejo de prensión palmar: muy conocido, es el que hace que el niño cierre fuertemente la mano cuando se le pone algo en la palma (un dedo, el sonajero). Este reflejo permanece durante los primeros tres meses aproximadamente.
- El reflejo tónicoasimétrico: el niño, echado mantiene la cabeza girada hacia un lado, mientras que la pierna y el brazo de eses mismo lado están extendidos. Este reflejo, como el anterior, permanece más o menos hasta los tres meses. Su persistencia después de esta edad puede alertar sobre la existencia de una lesión cerebral.
- El reflejo de succión: El niño chupa todo lo que roza su boca. Este y el de deglución son necesarios para su alimentación. Su ausencia es una llamada de alarma sobre la posibilidad de daño neurológico.
- El reflejo de apoyo: si sujetamos al bebé por debajo de los brazos, en posición vertical sobre una superficie, apoya la planta de los pies en ella, dándole impulso al cuerpo para adquirir una postura erecta. Conectado con él, está:
- El reflejo de marcha: en la misma posición, se transmite un ligero balanceo al cuerpo, y el bebé responde moviendo los pies alternativamente, como si anduviera. Estos dos reflejos permanecen hasta los dos o tres meses.
- El reflejo de los ojos de muñeca: consiste en que la mirada no acompaña al movimiento de la cabeza. Dura uno o dos meses, y va desapareciendo a medida que el bebé es capaz de fijar la mirada. Cuando este reflejo perdura pasado este tiempo, se puede pensar en problemas de visión o neurológicos.
- El reflejo de Landau: no está presente desde el nacimiento, sino a partir de los cuatro meses. Si se sostiene al niño en el aire, boca arriba, endereza el tronco, levanta la cabeza y extiende los brazos. Si, una vez en esta posición, se le flexiona la cabeza, automáticamente flexiona también el tronco y las extremidades. Su ausencia es uno de los índices determinantes de la existencia de una parálisis cerebral.
- El reflejo de paracaídas: aparece hacia los seis meses, y dura toda la vida. Sujetando al niño en posición ventral, se le impulsa de repente hacia abajo, como si se fuera a caer; el bebé extiende los brazos para protegerse.
Bibliografía: “Niños con discapacidad psíquica”. María Fernanda Fernández. Editorial Cepe. Año 2009. Págs: 31-32.
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