El reflejo de extensión cruzada se desencadena de la siguiente manera. Teniendo al niño en decúbito-supino, se flexiona pasivamente la cadera de un miembro inferior, sujetando la rodilla en máxima flexión, provocando así una ligera presión sobre el cotilo, manteniendo el muslo en ligera rotación interna y aducción. Con esto, provocamos el deslizamiento de la cabeza femoral sobre el cartílago semilunar del cotilo, lo que constituye un estímulo fisiológico para la articulación de la cadera.

La reacción a lo anteriormente explicado, lo que sería el reflejo de extensión cruzada en sí, es una extensión tónica de todas las articulaciones de la pierna libre contralateral, con aducción del pie y abducción de los dedos del pie. Normalmente, también se produce extensión del tronco y oblicuación pélvica, a veces acompañadas por el giro de la cabeza hacia el lado de la pierna extendida y/o flexión del codo en el lado de la pierna flexionada.

El reflejo de extensión cruzada tiene su máxima intensidad hasta la sexta semana de vida. Si este reflejo perdura después del tercer mes de vida se considera un signo patológico.

En el Centro Ficen damos respuesta profesional en caso de valorar que los reflejos primitivos o neonatales, como el reflejo de extensión cruzada, estén ausentes o prolongados en el tiempo. Además asesoramos y orientamos a la persona con discapacidad y a sus familiares.